Todos sabemos
que la vida se compone de pequeñas cosas, esos pequeños momentos que nos
llenan. Momentos para recordar, y sensaciones que nos hacen sentir bien.
A veces la
vida nos los regala. Entonces solo hay que saber disfrutarlos dejarse
sorprender.
Hoy he tenido
yo la suerte de beber de esa fuente invisible que mana ilusión. Y me han
ofrecido ese preciado trago, y por segunda vez, los chicos y chicas del equipo
paralímpico que han participado en los juegos olímpicos de invierno en Sochi.
He tenido el
privilegio de compartir un trocito de su día ajetreado, entre recepciones y
encuentros oficiales. Y he vuelto a tener en mis manos, y colgando de mi cuello
sus medallas.
Pero lo que me
ha emocionado de verdad es la generosidad con que las han compartido conmigo. Todos
los deportistas nos dan una lección de entrega y pasión, pero estos saben más
que nadie de ello, nos la dan de superación y lo envuelven en una naturalidad y
humildad, que de verdad es para quitarse el sombrero.
Así que va por
ellos, me quito el sombreo y lo lanzo dándoles las gracias por compartir tanto.