– Pero niña, ¿Qué
esperabas?
– Madre, después de
casi un año en América, ¿una manta? Con… con… ¿un pez?
– Marga, el Eladio es
un hombre, ¡un hombre!, ¿Qué va a saber él de regalos para enamoradas? Ahora
una cosa te digo, te quiere de verdad. Sus buenos cuartos le habrá costado, y
qué mejor gasto que una manta pa toda la vida– luego en un aparte, más bajito
prosiguió con un mohín pícaro– De seguro también ha pensado en lo que vais a
hacer bajo ella.
– Madre ¡Parece mentira!–
se escandalizó su hija, mirando a sus hermanos que, cual radares, abrieron los
ojos de par en par y las contemplaban sin perder palabra.
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