Acepté la cita más extraña que nunca hubiera imaginado.
Pero todo era extraño en mi vida desde el día anterior.
— Hay dolencias y lesiones que no muestran cara alguna hasta que esa cara es muy, muy fea, espantosa.
Era una bonita forma de decirlo, aunque no restaba dramatismo, mi madre acababa de sufrir un infarto, estaba muy grave. No me había dado cuenta hasta entonces de lo reducido de mi mundo, mi madre y yo.
Y ahora Anselmo.
Fui a la cita. Quité el contacto del coche echando un largo vistazo al lugar en que me encontraba. Un típico hotel de carretera. No había estado en ninguno e inevitablemente lo asocié a los sórdidos relatos de novela negra.
Me abrí paso hasta un pequeño mostrador de recepción. Un hombre de mediana edad me indicó la habitación donde él me esperaba.
Tras unos toques leves en la puerta me llegó el eco de unos pasos y finalmente se abrió. Al verle comprendí la dimensión de la palabra “padre”. Pensé que todo era una confusión, seguramente no dijo ser “mi padre Anselmo” sino “el padre Anselmo”.
—Pasa... hija, sí, soy tu padre. Y también el padre Anselmo, prelado doméstico de su santidad.
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Asun©2de julio de 2014
Ilustración Petra Acero
Y de ahí viene la expresión, nunca digas este cura no es mi padre...
ResponderEliminar¡Ay, Asun, de cuantos no sabemos, ni sabremos que sí lo son!
Me ha gustado.
Un besote
Hola, no te falta razón, es que no se pueden poner barreras al mar, y lo de la castidad es un poco contra natura no?
EliminarBesos veraniegos.
Que bueno!
ResponderEliminarHola guapa! es un relato para un concursillo, donde nos dan el tema cada mes y son 200 palabras. Este mes el tema era "un hotel de carretera", y yo lo enfoqué así.
EliminarUn beso muy grande,