Esta cárcel, estos hierros. No son duros los míos, apenas un poco de carne, mucha piel y leves huesos. Mi querida Teresa, compañera de desvelos. Esperabas tú encontrar la salida aún a costa de dolor tan fiero. Mas yo, sí que muero. ¿Cómo y quién me sacará de la cárcel en que se ha convertido mi cuerpo?
Pero no muero y amanece otro día y otro día luego.
De nuevo te leo, Teresa, tu tan sabia, tan cierta y sin embargo tan sencilla. Repito tus versos: ¡Ay que larga es la vida! ¡Qué duros estos destierros!
Asun 17de narzo de 2015
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