Amanecía.
Nunca deseó tanto ver la
claridad que daba color al horizonte, perfilando poco a poco las siluetas de
los montes circundantes. Pudo contemplar la dimensión de sus heridas. Si
esperaba que todo hubiera sido un sueño, ahora tenía la prueba de su realidad.
Pero
estaba a salvo, aquel árbol tenía un hueco donde había pasado la noche, entre
aullidos y la lucha por controlar la sangre que manaba de su cuerpo.
Los
aullidos habían cesado. Asomó la cabeza unos centímetros. Le llegó una ráfaga
tibia de nauseabundo aliento, acompañada de un gruñido bestial y la última
imagen que vería en vida: unos enormes colmillos que la atravesaron con
implacable rapidez.
®Asun 30 de mayo de 2013
imagen de la red
Escalofríos han recorrido mi cuerpo. Muy bueno. Mejor hubiera sido no salir del árbol.
ResponderEliminarSi menudo final le aguardó, los bosques son cuando menos inquietantes durante la noche.
EliminarUn beso y mil gracias por tu visita.
Si hay algo que tienen en común la mayoría de animales, es la paciencia. Por mucho tiempo que te escondas, más tiempo tiene él de espera. Muy bueno Asun. Mil besitos
ResponderEliminarHola Delma, la sensación de no saber qe ocurre afuera es de verdad angustiosa. No quisiera verme yo en esas circunstancias.
EliminarUn beso bien grande, querida amiga.