Relato de enero de Esta noche te cuento.
Ilustración de Nicoletta Ionescu
La madre se asomó al exterior. Nevaba, así que arrugó su naricilla, ante el frío que presentía ya. Despertó a sus hijos, que parecían muñecos blanditos, suaves, calientes. Apenas protestaron, juguetones, ¡que grandes se estaban haciendo!, cada día los veía más fuertes y empezaba a tener miedo al futuro. ¿Qué sería de ellos?
Los tiempos eran cada vez más difíciles para todos, el bosque se quedaba pequeño.
Ya estaban listos, salieron y los jóvenes siempre con la fuerza de su corta edad jugaban a saltar y hundirse en la blancura hasta entonces inmaculada. Le gustaba verles así, pero tenía que reprenderles: no era prudente. Le venció la alegría de verles tan sanos y los dejó hacer.
Habían avanzado bastante, cuando se oyó un trueno. Se detuvo y con el horror dibujado en sus ojos corrió hacia sus hijos.
Uno de ellos yacía en el colchón rojo que se agrandaba a medida que la sangre manaba sin tregua de su cuerpo.
— ¡Que buen tiro Matías!
— No tanto, solo he alcanzado a uno de los cachorros, la madre y el otro lobezno se nos van a escapar de nuevo.
— Bueno si mañana nieva como hoy no será difícil seguirles el rastro.
Asun©20 de enero de 2014
¡Madre mía! Asun, un relato diez, La final impacta y nos enseña a proteger la fauna salvaje. Un fuerte abrazo, Sotirios.
ResponderEliminarGracias Soti, si he conseguido poner al lector del otro lado, el de los animales, he alcanzado mi meta.
EliminarUn beso.