Acababa el mes de junio, no tenía
mucho que hacer. Terminaba de volver de
un viaje por algunas capitales europeas con los compañeros de la universidad. Todos
los exámenes aprobados y sin un duro en los bolsillos.
Así las cosas mi madre me estaba
proponiendo un trabajo.
El trabajo que menos hubiera
podido imaginar. Cuidar niños. Al ver mi reacción, me lo explicó: no se trataba
de bebés, ni de niños de ninguna otra edad. Se trataba de Sara, la hija de
Julia y Paco, sus amigos. Sería en principio todo el mes de julio.
Sara tiene mi edad, pero es muy especial,
yo nunca supe a qué tipo de “niños especiales” pertenecía, pero a medida que
dejamos de ser niños, quedó patente que había una distancia que nos separaba,
ese límite intelectual imaginario que hace que unas personas avancen y otras se
queden detenidas en los primeros cursos del colegio para siempre. Sin embargo
ese pequeño retraso no se apreciaba fácilmente en el resto de su vida diaria.
Acepté, conocía a Sara, aunque
ahora hacía tiempo que no la veía, recordaba que era muy divertida, y el
trabajo solo consistía en estar con ella durante la mañana, simplemente para
que no estuviera sola. Evidentemente no tendría que cuidarla en el sentido
estricto de la palabra, solo hacerle compañía, compartir el desayuno, y
ayudarla si necesitaba algo. Y en su casa tenían piscina.
El primer día me impresionó, me pareció
preciosa, pero preciosa, no como Heidi, preciosa como… bueno preciosa quizá no
era la palabra, me pareció deseable.
Julia se marchó entre
recomendaciones de todo tipo, y recordándome que si ocurría algo la llamáramos
inmediatamente, pero me dio un beso y me aseguró que se iba “supertranquila” y
que me agradecía mucho que estuviera allí.
Pronto comprobé que Sara era muy
parecida al resto de mis amigas de 20 años. Eso sí un poquito más lenta y con
un deje de tartamudeo al hablar y ese dejar la boca demasiado tiempo abierta, a
veces le caía un hilillo de saliva, que ella limpiaba azorada, y en varias
ocasiones comprobé que aprovechaba esto para convertirlo en un gesto sensual y
sexi, que al principio me dedicaba tímida, pero luego creo que lo hacía con el
mayor desparpajo.
Al cabo de una semana, ya nos
habíamos creado una rutina, desayunábamos, veíamos la tele y recogíamos un poco
la cocina, luego salíamos al jardín y nadábamos. Era genial nadar junto a ella,
Sara nadaba estupendamente, tenía
su habitación llena de diplomas,
medallas y copas, no en vano entrenaba en un club y había competido en
el campeonato de España. Esto me había impresionado de verdad, porque tenía
delante de mí a una persona nueva, mucho más interesante y valiosa de lo que
había imaginado hasta ahora.
Cuando finalizaba el mes de Julio, yo estaba
muy nervioso. Y no era capaz de saber que me ocurría, o no era capaz de
reconocerlo.
No había ningún momento del día
en que Sara estuviera fuera de mi pensamiento. Tampoco en las noches se iba de
mí, soñaba con ella, me despertaba con ella, quería estar siempre a su lado.
Ese día habían quedado todos mis
amigos, haciendo un esfuerzo se pusieron de acuerdo, pues luego cada uno se
iría de vacaciones y posiblemente no se verían hasta principios del curso
siguiente. Así que acepté ir, pero
llevando a Sara.
Esa mañana se lo propuse a ella,
y antes de que su madre se fuera a trabajar, le pedí permiso. Se negó
rotundamente. ¡N0!, Sara no saldría de fiesta ni conmigo ni con nadie.
— ¿No te das cuenta? ¿Cómo vas a salir con ella?, mírala, ¿qué va a hacer
entre tus amigos?, se van a reír de ella y tú los acompañaras en sus burlas. Seguro
que eso es lo que has hecho todo este mes, burlarte de ella, la pobrecita y
boba de Sara.
— ¿Pero qué estás diciendo?
Me levanté, totalmente indignado
alcancé la puerta y prefí salir, pues no tenía palabras para seguir esa conversación.
Tanto como las palabras me había
herido el tono de desprecio con que las pronunció, especialmente la última
frase “la pobrecita y boba de Sara”
Sara lloraba, y su madre también.
Iba a marcharme arrebatado por la rabia y la impotencia de haber escuchado
aquello en boca de Julia. Pero respiré, no podía dejar así a Sara, respiré hondo y volvió sobre sus pasos.
- Julia, eso que acabas de decir, no es cierto, lo sabes. No creo que lo
pienses. Puede que Sara tenga un problema, una enfermedad, lo que sea. Pero si
la mantienes lejos del mundo, como hasta ahora, eres tú la que creas y agrandas
esa diferencia. Yo mismo lo pensaba, Sara, la niña eterna, nunca hubiera
pensado en verla conmigo o con mis amigos de fiesta una noche. Hasta que la he
conocido.
Deja que el mundo la conozca, y que ella se mezcle con el mundo.
Yo la quiero, creo que ella también a mí. Y queremos vivir este
momento, creo que tenemos derecho.
Y mis amigos no son ogros, conocerán a Sara y la querrán como yo, pero
tienen que conocerla.
Este discurso hizo que Julia se
sintiera mas avergonzada. Y musitara un “perdonadme”, mientras se dejaba caer
en la silla.
Luego se volvió hacia mí, y me
besó con un beso que parecía inocente, pero estaba lleno de seguridad.
Julia se rindió a la evidencia.
El destino estaba poniendo a todos en su sitio.
Nos vio juntos, con las manos
entrelazadas y supo que yo estaba allí para rescatar a su hija.
Para enseñársela al mundo.
Para permitir que Sara encontrara
su sitio en él.
Asun© 28 de agosto de 2013
imagen tomada de la red
Hermosísimo relato. Pero no es tan fácil. Yo cuido realmente a una Sara que tiene 26 años y es como una niña. Y es dulce, y es buena y es divertida, pero hay que tener mucha paciencia con ella y con los que son como ella, aunque, por lo general, la gente es maravillosa con los discapacitados. Yo he ido por la calle con ella y de repente le ha dado la mano a un desconocido. El desconocido se ha vuelto airado, confundido y al verla, esbozan una sonrisa. Un mundo por descubrir.
ResponderEliminarAmparo, ya se que no es nada fácil, que no el mundo no es ideal y maravilloso.
EliminarSolo quería hacer ver que todos tenemos un lugar en el mundo, no hay un mundo paralelo para los inteligentes y guapos.
La clave está en saber convivir y sobre todo respetar. Nadie tiene la llave de la felicidad y entre todos tenemos que hacer del mundo un lugar acogedor.
Me alegro de que encuentres gente que os sonríe y ojalá cada vez sean más.
Da un beso enorme a tu "Sara" y Felices Fiestas, que ya las tenemos encima.
Asun, este relato me tocó el corazón. Sabes que tengo un chico como Sara. Es un chico discapacitado cuando nació su hermano mellizo nació por vía vaginal y a él lo sacaron por Cesaria. No se oxigeno bien y su cerebro fue afectado tiene la mente de un chico de seis años y casi tiene 18 y le aseguro que es muy duro tener un hijo así para cualquier padre. Un relato maravilloso. Te deseo una feliz Navidad, Sotirios.
ResponderEliminarSoti ya sé que es duro, en mi familia también tenemos a un niño así. Sus padres son verdaderos héroes y yo no me canso de reconocerlo, igual te digo a tí. Pero al menos para mí Iván, que así se llama mi sobrino, es un ejemplo a seguir que no deja de darnos lecciones.
EliminarFeliz navidad para toda tu familia.