Relato para un acto de solidaridad para salvar perritos que han sido abandonados. (El Campito) organizado por mis amigas Luz y Marina.
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Noël nació un hermoso día de Navidad. Aunque sus padres estaban impacientes porque llegara, cuando lo hizo fue una sorpresa, pues le quedaban dos meses para la fecha prevista. Todos los bebés son los más bonitos, al menos para sus padres y no digamos para sus orgullosos abuelos. Pero Noël era realmente precioso. Siempre estaba tranquilo, no protestaba jamás, ni al despertarse, ni en el baño, ni siquiera cuando tenía hambre era capaz de llorar mucho. Pronto esta tranquilidad empezó a preocupar a todos, incluido su médico. Noël tenía un problema grave, vivía en su mundo, ajeno a la realidad que le rodeaba.
Mientras Noël
llegaba al mundo, en las afueras de la ciudad nacían también otros tres bebés.
Estos lo hacían entre escombros y basuras. Su madre a pesar de estar escuálida
sacó fuerza para asearlos con grandes lametones y abrigarlos del intenso frío
con su cuerpo. Solo cuando los supo calentitos y seguros se permitió descansar
un poco. Ella era una superviviente, había salido adelante después de ser
abandonada cuando creció y dejó de parecer un juguete. Los cachorros heredaron
su vitalidad y al cabo de unas semanas eran incontrolables y se aventuraban a
salir cada vez más lejos del callejón. Sobre todo el de color vainilla que esa
mañana se topó con un obstáculo inesperado, el camión de la basura.
María, como tantos jóvenes que acababan sus estudios universitarios, no tenía trabajo. Se había graduado en Ciencias Ambientales porque estaba convencida de que nuestro planeta merecía una oportunidad para salvarse y ella se la iba a dar. De momento acababa de encontrar un empleo relacionado con el tratamiento de residuos, aunque concretamente se encargaba de su recogida. Ese día al entrar en uno de los callejones más sucios algo se movió. Rezó para que no fuera alguno de los roedores que eran su pesadilla. Nada más lejos de lo que realmente encontró, un cachorrito de color amarillo claro que, juguetón, lamía un envase vacío de natillas.
María, como tantos jóvenes que acababan sus estudios universitarios, no tenía trabajo. Se había graduado en Ciencias Ambientales porque estaba convencida de que nuestro planeta merecía una oportunidad para salvarse y ella se la iba a dar. De momento acababa de encontrar un empleo relacionado con el tratamiento de residuos, aunque concretamente se encargaba de su recogida. Ese día al entrar en uno de los callejones más sucios algo se movió. Rezó para que no fuera alguno de los roedores que eran su pesadilla. Nada más lejos de lo que realmente encontró, un cachorrito de color amarillo claro que, juguetón, lamía un envase vacío de natillas.
Noël salía
acompañado de su madre, como todas las mañanas para aprovechar el sol invernal.
Se cruzó con María que regresaba de su trabajo y se paró a saludarle, no sin
antes disculparse porque era consciente del olor que dejaba en ella su
desagradable trabajo. Sin embargo a la madre de Noël no le importó pues
apreciaba el cariño con que la muchacha mimaba al niño. Una bola peluda saltó
del bolso de la muchacha y se las ingenió para colarse entre los bracitos
inertes del niño. Alarmadas las dos mujeres trataron de impedirlo, pero ambas
quedaron mudas al ver que Noël no solo no daba muestras de susto, sino que
además sonreía, Noél sonreía y lo hacía con la mirada puesta en el cachorro,
que a su vez lo observaba con curiosidad. María no tenía palabras pero la madre
simplemente lloraba, aunque a la vez reía. Hasta entonces nada ni nadie habían
llamado la atención del niño. La muchacha explicó que se trataba de un cachorro
que encontró mientras trabajaba y que había decidido quedárselo, después de
entregar a sus hermanos y madre a una asociación protectora. Le pensaba
llamar Natillas, por el color y por la forma en que lo encontró.
Pero estaba
claro que Natillas y Noël eran ya inseparables, ambos habían nacido el mismo
día, a la misma hora y su destino era llegar a encontrarse.
Asun©11/06/15
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