Al abrir el contenedor, se dio cuenta de que estaba
empezando a olvidar el nombre de las cosas. Miraba aquellos objetos sin poder
nombrarlos. Esto le atormentaba sobremanera. Sin embargo recordó tranquilamente,
para qué los había utilizado. Algo fino
de afilado corte, que acarició, igual que cuando lo hundió en el corazón de
ella. Un cabo de cuerda, fuerte y ancha, con la que le inmovilizó brazos y
piernas. Un mechón de algo rubio. Una especie de fundas, de las cuales solo
necesitó una para introducirla antes de tirarla al canal.
A media mañana, apesadumbrado
volvió al sótano, repentinamente miró al contenedor y triunfal dijo casi
gritando: Baúl, cuchillo, soga, pelo, bolsas.
Asun©2 de septiembre de 2015
Esas palabritas, que se nos quedan en la punta de la lengua y no hay manera, je je.
ResponderEliminarBuen comienzo, Asun, suerte.
Abrazos.
Gracias Miguel, la cosa es que este individuo se preocupba por no recordar las palabras y no le importaba recordar que se había cargado a alguien.
EliminarUn abrazo.
Asun a por la siguiente empiezas con mucho motor, me gusta este relato truculento.Abrazos
ResponderEliminarGracias Manuel, me he propuesto retomar el rec, ENTC y otros, a ver si la conexión a internet respeta mi voluntad.
EliminarUn abrazo.
Inquietantemente interesante, Asun. Un saludo
ResponderEliminarGracias Ángel, quise crear el efecto de preocupación por el olvido de las palabras y no por el de los hechos, en este caso más graves.
EliminarUn abrazo