La bola cayó con un golpe seco en medio del corral. Marcelina la recogió y con picardía la metió en su delantal, mientras maquinalmente ahuecaba con gracia su ondulado cabello castaño. Sabía que no tardaría en aparecer uno de los mozos buscándola para proseguir el juego en el frontón. Tuvo suerte porque fue Abdón quien venía, sudoroso y jadeante. Sus miradas, negra noche la de él, suave amanecer la de ella, se encontraron quedando ambos mudos durante un instante infinito.
— ¿No habrás visto una pelota?
—Pues No. Pero podrías pasarte luego, por si apareciera.
Continuaba con sus quehaceres cuando Antonio, el de la hacienda más rica del pueblo, la llamó. Volvió con desgana sobre sus pasos. Él azorado y compungido, con apariencia aún más boba de lo habitual, le dijo:
—Marcelina, yo… mi madre… no podemos volver a vernos.
—Antoñito no te preocupes tanto, ¿quién te había dicho que tenía yo intención de volver a verte? ni a ti, ni a tu madre, ni a nadie de tu familia.
Se dio media vuelta, la cabeza alta sostenida por la rabia y una ilusión creciendo en su interior, al acariciar la pelota de cuero que todavía escondía en el bolsillo.
Relato para Esta Noche te Cuento
Puedes comentar también A Q U Ï
Páginas
Seguidores
Vistas de página en total
Mi otro blog
VISITAR MI OTRO BLOG_
¡TENGO UN BLOG NUEVO!
Espero os gusten los pequeños relatos que compartiré, así como lo que me ronde por la cabeza y me parezca importante compartir.
¡Qué picarona la señora!, jajaja
ResponderEliminarBesos
Hola Julia, Marcelina supo sacar partido a las circunstancias y jugó sus cartas.
EliminarUn beso.
Quien será esa señora? Jaja. Muy bonito, asun, en tu linea.
ResponderEliminarYa ves Felipe, ando sentimental.
EliminarUn besazo
Asun,esta vez se me han saltado las lagrimas...esa mirada...esos protagonistas...lo que hubiera dado por conocer a Abdon...yo y mi Alba...
ResponderEliminar