El pequeño haz de luz que se
colaba por la rendija de la puerta, deslumbraba más que nunca el interior del
sótano.
Aunque alumbraba el mismo trocito
de pared de siempre, hoy no era el mismo, era un inmenso rectángulo vacío.
Y el vacío era tan grande, que
por primera vez deseó ser otra cosa distinta a lo que era. Ya no quería ser la
orgullosa copia de un cuadro. Pintado por no se sabe quién, y no se sabe cuándo,
ni dónde.
Ahora hubiera querido tener ojos,
para cerrarlos y no ver ese lugar donde antes descansaba, tranquila y feliz, su
compañera. Esa otra copia. Su preciosa sonrisa ya no se dirigiría hacia él, como
cada día desde hacía tantos años. Y aunque no tenía ojos, no podía dejar de llorar,
desde que aquellos hombres extraños se la robaron.
-.-.-.-.
-Aquí está otra vez este pequeño charco. Hemos revisado todo, no sé de dónde
demonios puede salir, no hay humedades, ni tuberías, la temperatura es
constante, y las paredes no han sufrido ningún desperfecto en su tratamiento
aislante para no dañar a los cuadros. Y lo curioso es que lo que parece gotear es este
cuadro.
Los empleados del museo del
Prado, revisaban aquella parte del sótano, de donde hacía unos meses habían
trasladado el lienzo de la Gioconda española.
Asun® 3 de noviembre de 2012
Pero que belleza. Una historia diferente donde el amor está presente para que el lector se emocione con imaginación y tu forma de contar.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias de nuevo Maria Rosa, me gusta que mis historias lleguen a quien las lee con la emoción con que yo las creé.
EliminarBesos.
Gracias por compartir tus obras porque son maravillosas y es un placer acercarme a tus casas virtuales para disfrutar de la belleza que transmites en cada escrito.
ResponderEliminarBesos.
Ariel guapa, me alegro de que te gustara este relato, pues yo disfruté mucho escribiéndolo,
EliminarBesos.
Me ha encantado pasar por tu rincón de palabras virtuales. Feliz domingo amiga.
ResponderEliminarA mi me encanta tenerte entre mis amigas escritoras/lectoras.
EliminarBesos, ya de lunes.