¡Cuánta fuerza y
qué poca puntería! Era lo que me decía mi padre, cada vez que despachaba a algún
mozo con cajas destempladas. Siempre fui tan temperamental como impetuosa. Para
bien o para mal, invertía el orden de los factores. Primero actuaba, luego
pensaba y el resultado si que alteraba el producto. Con los años aprendí a
contar, hasta diez, hasta cincuenta, me volví dócil, pacientemente sumisa. En
boca de los demás, simplemente con él encontré la horma de mi zapato. Hasta hoy.
Cincuenta y uno, cincuenta
y dos… suficiente, se acabó. O lo mato yo, o tendré que morir en sus brazos.
Asun©16/09/15
Ala nos dejas en ascuas queremos segunda parte. Abrazos y suerte
ResponderEliminarPues no lo había pensado, pero es una idea.
EliminarGracias Manuel por tu visita y comentario.
Abrazos
Buen REC. Dicen que hay que contar hasta diez a veces antes de precipitarse, pero a veces hacen falta más números, y otras no hay números suficientes.
EliminarUn saludo
Perfecto resumen de la idea de este micro.
EliminarUn placer tu visita.
Saludos
Me gusta mucho como has planteado el tema... y como muestras la transformación del personaje para acabar en ese final que como dice Montesinos, te pide más. Muy bueno. Felicidades y mucha suerte :)
ResponderEliminarGracias Juan Antonio siempre tan generoso en tus comentarios. Quizá se me quedaron cortas las cien palabras, quizá lo retome.
EliminarUn besazo
Me ha gustado mucho Asun
ResponderEliminarGracias Belén, estoy preparando unos cuentos que ya te comentaré.
ResponderEliminarBesos.