Vuelven a ser invisibles, cuando María desvía la mirada y se
pierde entre las hojas del abedul, como la brisa suave de la tarde. Sus ojos
que hace un momento eran vivos, habían quedado empañados por un opaco velo y
ella misma parecía haberse ocultado tras una cortina inexistente.
Ellos se
quedan contemplándola, esperando a que regrese de ese lugar donde pasa cada día
más tiempo. Anochece en el jardín, la brisa se ha convertido en viento recio y
la casa se ha quedado fría. Paco mira apesadumbrado a sus hijos. Sabe que su
mujer no va a regresar, al menos hoy ya no.
Asun 22/10/2015
Durísimo el relato. Hay algo peor que la muerte, la propia enfermedad.
ResponderEliminarEs duro desde luego, pero si nos toca vivir ésta situación no queda otra que mirar hacia delante
Eliminar"Ese lugar donde pasa cada vez más tiempo". Ya sabemos que alguna vez tendremos que cruzar el umbral, el problema es cuando va precedido de un sufrimiento sin sentido, para la persona y sus allegados.
ResponderEliminarUn "despojo" que no debió serlo.
Aparte, quería decirte que tengo un mantel igual que el que aparece en la foto, bajo las rosquillas, una de mis debilidades gastronómicas, por cierto.
Un saludo
Gracias Ángel por tu comentario que me anima a seguir escribiendo.
EliminarEl mantel ya no existe, como tampoco lógicamente las rosquillas que hicimos un día de san Isidro mi hijo y yo.
Es terrible como la persona se va alejando cada vez más de la relidad para perderse en ese otro mundo enfermizo, en el que cada vez pasa más tiempo.
ResponderEliminarUn relato que llega al corazón
Saludos
Tal como dices Julia una realidad desgarradora, tanto para los que la sufren como para sus seres queridos.
EliminarGracias por tu lectura, abrazos